La carrera espacial (1957-1969)
La Guerra Fría fue un conflicto
ideológico iniciado en 1945 tras el fin de la Segunda Guerra Mundial que
enfrentó al bloque occidental-capitalista liderado por Estados Unidos y al
bloque oriental-comunista encabezado por la Unión Soviética; un conflicto
ideológico que habría de mantener en vilo el destino del mundo –siempre
temeroso del estallido de una “Tercera Guerra Mundial”– hasta su conclusión con
la caída del Muro de Berlín en 1989 y la posterior desmembración del estado
soviético en 1991. Como bien es sabido, a lo largo de estos casi cincuenta años
ambas superpotencias protagonizaron una acérrima rivalidad que se traduciría no
solo en el enfrentamiento directo en diversas guerras desarrolladas fuera de
sus territorios nacionales (guerras de Corea, Vietnam y Afganistán) sino
también en el comienzo de una verdadera carrera armamentística y tecnológica,
cuyos dos exponentes más relevantes fueron la competición por la fabricación de
armas nucleares y por la conquista del espacio. Este último episodio, que ha
pasado a la Historia bajo el sobrenombre de “la carrera espacial” (1957-1969),
es el que abordaremos de forma breve en el transcurso de las siguientes líneas.
El 4 de octubre de 1957 el
lanzamiento por parte de la Unión Soviética del primer satélite artificial de
la Historia –el Sputnik 1– marcó el
inicio de la carrera espacial. Y es que el éxito de este pequeño satélite, que
permitiría a los soviéticos obtener una serie de datos de gran valor sobre las
condiciones del espacio y de la atmósfera superior de la Tierra, causó una gran
conmoción en el gobierno estadounidense, que en los años anteriores se había
jactado públicamente de su superioridad tecnológica y militar. Solo un mes más
tarde, la Unión Soviética envió al espacio la primera nave tripulada por un ser
vivo, la perra Laika, un acontecimiento que confirmó los enormes adelantos
logrados por los ingenieros soviéticos en su programa espacial.
Consternado por los increíbles
avances de su mayor enemigo, la respuesta del gobierno estadounidense no se
hizo esperar: el 31 de enero de 1958, con el fin de medir la radiación del
cinturón de Van Allen, Estados Unidos lanzó al espacio su primer satélite
artificial, el Explorer 1, y unos
meses más tarde fundó la NASA con el doble objetivo de incrementar su potencial
militar y de restablecer la supremacía norteamericana en el mundo. No obstante,
en los años siguientes los grandes logros en materia espacial volvieron a caer
del lado de los ingenieros soviéticos, que en 1959 consiguieron enviar la
primera sonda a la Luna y en 1961 hicieron posible que el militar soviético
Yuri Gagarin se convirtiera en el primer ser humano en viajar al espacio.
Ante esta situación, el 25 de
mayo de 1961 el presidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy planteó el
increíble reto de llevar a un hombre a la Luna antes de que finalizara la
década de 1960, para lo cual dotó a la NASA de un apoyo político y económico de
enormes proporciones con el que jamás volvería a contar. Gracias a la puesta en
marcha de este ambicioso programa, Estados Unidos comenzó a acortar distancias
con su enemigo soviético, pero lo cierto es que en los años posteriores la
Unión Soviética continuó registrando los mayores avances en la carrera espacial,
tal y como reflejan las proezas conseguidas por el astronauta Valery Bykovsky,
que en junio de 1963 fijó en cinco días el récord al viaje espacial en
solitario de mayor duración; de Valentina Tereshkova, que ese mismo año se
convirtió en la primera mujer en viajar al espacio; o de Alexei Leonov, que en
marzo de 1965 protagonizó el primer paseo espacial de la Historia.
A pesar de todo, en 1965 era ya evidente
que la tecnología alcanzada por los ingenieros estadounidenses podía al fin competir
con la de sus rivales de la Unión Soviética. Buena muestra de ello es que tan
solo tres meses después del primer paseo espacial de Alexei Leonov el astronauta estadounidense Edward White logró
igualar su hazaña. Unos meses más tarde, el Proyecto Géminis –que en tan solo
veinte meses había completado con éxito hasta diez misiones tripuladas en el
espacio– logró un importantísimo avance al demostrar la capacidad de las naves
norteamericanas para maniobrar y encontrarse en órbita, y en agosto de 1966 el
Orbitador Lunar lanzado por la NASA captó la primera imagen de la Tierra tomada
desde la Luna. No obstante, en estos años no solo se registraron éxitos en el
programa espacial estadounidense, y el 27 de enero de 1967 sobrevino la
tragedia: el incendio de la nave Apolo 1
en el transcurso de unas pruebas llevadas a cabo en Florida se llevó consigo la
vida de los astronautas norteamericanos Edward White, Gus Grisson y Roger
Chaffe.
Al iniciarse 1967 todo parecía
indicar que los soviéticos serían los primeros en alcanzar la Luna. Sin
embargo, la muerte prematura en 1966 de Sergei Korolev, ingeniero jefe
responsable del programa Vostock y del nuevo proyecto Soyuz; así como el
fracaso del primer lanzamiento de la nave de este mismo nombre, frenaron las
aspiraciones del Kremlin. Mientras tanto, los ingenieros de la NASA continuaron
sumando importantes logros, entre los que cabe destacar la construcción en
noviembre de 1967 del Saturno V, el
cohete más potente de la Historia. Un año más tarde, el 24 de diciembre de
1968, el Apolo 8 alcanzó la Luna.
Esta misión demostró la veracidad de la teoría que afirmaba que era posible que
una nave espacial aprovechara la atracción gravitatoria de la Luna para volver
a ponerse en órbita, con lo cual se pusieron los cimientos necesarios para el
alunizaje anunciado por Kennedy siete años antes.
El 16 de julio de 1969, a las
15:32 minutos de la tarde, dio comienzo la misión Apolo 11. Neil Armstrong,
comandante de la misión; Buzz Aldrin, piloto del Módulo Lunar; y Michael Collins,
piloto del Módulo de Mando, fueron los elegidos para protagonizar el primer
viaje tripulado a la Luna. La expectación era mundial. Al fin, cuatro días
después de que el cohete Saturno V
propulsara su nave hacia el espacio exterior, Neil Armstrong y Buzz Aldrin
consiguieron alunizar. El resto de la historia es sobradamente conocido:
Armstrong abrió la escotilla del módulo lunar, bajó los nueve escalones que le
separaban de la superficie del satélite y ante la mirada atenta de millones de
personas se convirtió en el primer ser humano del planeta en poner un pie en la
Luna.
Finalizaba de este modo la
carrera espacial, aunque no así los viajes tripulados a la Luna, que se
extenderían hasta diciembre de 1972 tras seis alunizajes exitosos.
“Este es un pequeño paso para el
hombre, pero un gran salto para la humanidad” (Neil Armstrong, 20 de julio de
1969).
Bibliografía
LEÓN MILLÁN, J. M., “La Guerra Fría y la carrera espacial.
Un breve análisis histórico”, 2013 (http://www.pasajealaciencia.es/2013/pdf/03Leon.pdf).
MILLÁN BARBANY, G., “La conquista del espacio”, Horizontes culturales: las fronteras de la
ciencia, 2000, pp. 214-215 (http://www.rac.es/ficheros/doc/00335.pdf).
VV. AA., El Siglo XX.
Una guía visual definitiva de los hechos que han configurado el mundo,
Akal, Madrid, 2013, pp. 200-203.
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